El café que mis amigas y yo nos tomamos a las 9 de la mañana, es un maravilloso oasis de paz en el que hablamos de los temas más diversos, nos reímos, hacemos terapia de grupo y recobramos el aliento después de haber llevado corriendo a nuestros retoños al cole, antes de sumergirnos en una larga jornada de trabajo.

El otro día, una de mis queridas amigas se desahogó largo y tendido sobre una discusión que había tenido con su ex sobre el rol que cada uno de los dos ocupaba en la logística cotidiana de los niños. En fin, que discutían sobre quién y cuándo tenía que recoger a los hijos en el cole.

Lo que más atormentaba a mi amiga era, sin embargo, la intervención de su madre, que, en vez de apoyar sus decisiones (además de meter cizaña entre los dos) criticaba el método educativo de su hija.

Eso no se hace! (pensareis la mayoría de vosotros). Pues sí que se hace. Lo hacemos casi todos. Yo por lo menos me sorprendo a menudo, criticando, en mi mente, el hecho que esa mamá le dé un paquete de patatas fritas a su hija para merendar, o que un niño haya sido regañado de forma demasiado dura cuando al otro no se le ha dicho nada, no obstante sus caprichos.

En la educación de los hijos las modas cambian constantemente, casi como los tejidos y los colores de la colecciones primavera-verano u otoño-invierno. Mi madre siempre dice que en sus tiempos darle de mamar a los niños era de carcas, hoy, sin embargo es sinónimo de modernidad, es muy new age. Hace años los niños se depositaban en la cuna con un muñequito y se dejaban llorar durante horas hasta que se dormían. Hoy hasta se han inventado cunas que facilitan el colecho. En fin, la educación de los hijos es terreno de arenas movedizas en el que cada uno tiene sus propias ideas y cualquier comentario o puntualización puede ser vivido como una crítica a todo lo que un padre es, siente o piensa. Nuestros hijos son unos “mini-yo” en los que vemos reflejados todas nuestras cualidades, nuestros defectos y nuestras costumbres. Es normal que si expresamos nuestra opinión sobre la manera en la que otros crían a sus hijos este comentario puede ser recibido como un ataque personal.

Recuerdo que una vez un querido amigo (que no tenía hijos) me preguntó: “Es difícil eso de ser padre?”. Mientras pensaba qué respuesta darle, él mismo contestó su propia pregunta: “Debe ser la cosa más difícil que hay, siempre te equivocas”. Tienes toda la razón, amigo mío, no importa cuántos libros sobre educación hayas leído, cuántas teorías apliques, cuánta organización, o cuánto caos, pongas en ello: el resultado del trabajo de un padre no será nunca perfecto.

Además, creo que es un grave error exigirnos a nosotros mismos un trabajo perfecto. Somos humanos y, en consecuencia, nos equivocamos. Nuestros hijos son humanos y por lo tanto son diferentes el uno del otro. Eso quiere decir que el mismo método educativo utilizado con el  hijo mayor, que es una persona organizada y reflexiva, no será el adecuado para el hijo menor, que es un vórtex de creatividad y rebelión. Sólo podemos poner toda nuestra buena voluntad, toneladas de amor y esperanza en el hecho de que nuestros esfuerzos ayudarán al niño a convertirse en una buena persona y  a encontrar su lugar en la vida.

Por lo  tanto, querida amiga, no te enfades con tu madre cuando critica tu método educativo: es un progenitor y por lo tanto se equivoca, siempre.

 

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