“Estas Navidades me quedo en mi casa, mis amigas han insistido mucho para que vaya a comer a su casa, pero he rechazado todas las invitaciones. Este año ha sido demasiado duro, demasiados duelos en mi vida, quiero tomarme un tiempo para elaborar el dolor, no puedo celebrar fingiendo que no ha pasado nada”.

Mi amiga es una mujer sabia, no puedo que estar de acuerdo con ella: yo también decidí encerrarme en casa durante la Nochevieja de 2007: me acababa de divorciar y meterme en un fiestorro para amortiguar mi dolor me parecía algo totalmente innatural.

Al contrario, puse Martina en la cama a la misma hora y pasé la noche bebiendo vino yo solita y montándome en las montañas rusas de mis emociones: pasé de la rabia a la lástima por mí a la desesperación y vuelta a empezar. Este proceso no me sacó de la depresión, pero fue seguramente un buen punto de inicio para empezar a elaborar el duelo.

Esta actitud no está bien vista en nuestra sociedad, donde todas las situaciones problemáticas son encaradas con un léxico militar: tienes que luchar contra la depresión, tienes que reaccionar a las adversidades, tienes que bombardear el tumor, eres un guerrero que vence el mal. Sin embargo, yo no soy ni un guerrero ni un superhéroe de Marvel, soy un ser humano y si me encuentro en un momento difícil o estoy enferma o pierdo una persona querida necesito poder derrumbarme, llorar, romperme en mil pedazos y pasar tiempo conmigo misma para elaborar el duelo con mis tiempos, no con los tiempos apretados dictados por una comunidad que considera el dolor personal como una vergüenza que tiene que ser escondida.

“Este es mi dolor y para superarlo tengo que estar en él, abrazarlo, porque las cosas que llegan a nuestra vida vienen por una razón, ¡para enseñarnos algo!” Tienes razón, querida, es un derecho sagrado.

Sería muy bonito si pudiéramos reunirnos todos los que están cansados de sentirse obligados a batallar en nuestra vida y crear el “club de los que no luchan”. Serían miembros del club todos los que piensan que el sentido de la vida es estar alineado con nuestro propio sentir, en armonía con la naturaleza, los que creen que existir es un poco como hacer surf entre las olas en vez de agarrar un fusil y lanzar granadas.

Sería bonito entrar en un club en el que nos podamos sentir arropados cuando estamos gravemente enfermos y sólo queremos aceptar nuestra enfermedad e irnos en paz, cuando no queremos demonstrar nada a nadie y no queremos compararnos con nadie más rico e influyente que nosotros.

Sería bonito ser parte de un grupo que quiere por fin cambiar nuestra manera de vivir la vida sin recibir notas, sin podios, en el que se permite tiempo y apoyo moral para elaborar el dolor respetando al otro con empatía, simplemente quedándose quietos en silencio.

 

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Imagen de portada de Ilaria Donato

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