A lo mejor muchos no lo saben, pero el Reiki está entrando poco a poco en los hospitales. De momento se ofrece sólo como servicio de voluntariado en días y horas preestablecidas a pacientes con determinadas patologías (cáncer, depresión, fibromialgia), pero los efectos beneficiosos percibidos por las personas inscritas al programa son esperanzadores. Como esperanzadora es la actitud positiva de médicos y enfermeros, tradicionalmente escépticos hacia este tipo de terapias.

Si tuviera que elegir una de las experiencias de estos años de práctica eligiría con los ojos cerrados las sesiones a enfermos terminales. ¡Menudo drama ! Pensarán muchos…pues no, queridos. ¡Qué alegría! Me atrevería a decir y os explico el porqué.

La muerte da miedo, todo el mundo rehuye de ella como algo que provoca dolor. Es obvio: una persona querida se va y todos sus seres queridos están destrozados por el dolor de la despedida. Existe, sin embargo, otro punto de vista: la muerte no trae consigo sólo dolor y esto creo que lo pueden ver exclusivamente el enfermo, en sus últimos momentos, y el terapeuta que lo acompaña. Todas las veces que he tenido el honor de poder estar al lado de un ser humano que se apagaba he logrado sentir la paz infinita que acompaña la aceptación de tu propio destino. Más allá que el dolor físico, desafortunadamente siempre presente en esos momentos, una nueva serenidad emana del alma de esa persona.

En el Reiki se crea una simbiosis paciente-terapeuta muy bonita. Es como si la persona tratada te dijera “aquí estoy, soy así, esto es lo que siento”. Los médicos miran radiografías y escáneres, los reikistas miramos el alma de la misma forma y tengo que decir que en esos momento he presenciado una verdadera celebración de la vida de esa persona. El amor que el paciente siente hacia sus seres queridos y la satisfacción por lo que ha logrado en la vida me inundan como una ola y me llenan el corazón.

Ahora caigo en que nunca he sentido en esos momentos insatisfacción o arrepentimiento. Y esto para mi es un mensaje claríssimo: lo que vale verdaderamente la pena al final del viaje son las cosas buenas que has hecho, el amor que has dado o que te han dado. El resto es prescindible.

Todo el mundo se pregunta qué hay en el Más Allá. Bueno, eso nadie lo sabe con exactitud, pero yo, cada vez que doy Reiki a los enfermos terminales, veo un maravilloso puente de oro. Será obviamente una metáfora del pasaje al otro lado, pero es tan bonito que no puede llevar a un mal sitio.

Creo que el hecho que terapias como el Reiki empiecen a ser aceptadas en las estructuras hospitalarias es un gran signo de evolución espiritual. A lo mejor estamos por fin empezando a entender que los medicamentos no cubren todas nuestras necesidades y que hay aspectos de la existencia (y la muerte es uno de ellos) de los que no nos ocupamos lo suficiente. Necesitamos buenos médicos para recuperar nuestra salud física y buenos terapeutas que nos cojan de la mano y nos ayuden en los momentos emocionalmente difíciles del camino.

Os ruego que no malinterpretéis mis palabras iniciales. La describí como una sensación de “alegría”, pero esto no quiere decir que no haya llorado cuando mis pacientes han dejado este plano, ni mucho menos! Es que en mi corazón YO SÉ que están bien, simplemente se encuentran al otro lado del puente.

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