La noticia fue publicada hace pocas semanas y cayó como un jarro de agua fría sobre toda la comunidad Reiki española: la Comunidad de Madrid ha prohibido el Reiki en los hospitales públicos. En las veinte líneas que componen el único artículo que ha salido publicado en los periódicos tanto a nivel local como a nivel nacional se da una única explicación: no se permite la práctica de terapias no médicas en los centros de salud públicos.

Además, el Reiki es definido pedantemente una pseudociencia, que sería, según el diccionario “Una disciplina, determinada por un conjunto de prácticas, creencias, conocimientos y metodologías no científicos, pero que reclaman dicho carácter”.

Este término me provoca una cierta irritación porque, en primer lugar, es incorrecto y, en segundo lugar, altamente despectivo. El Reiki, de hecho, es considerado una disciplina (no una ciencia ¡y menos una pseudociencia!), es decir, siempre según el diccionario, “la doctrina, la instrucción de una persona, especialmente en lo moral”: los cinco principios del Reiki (sólo por hoy no te enfades, no te preocupes, sé agradecido, haz tu deber honestamente, sé amable con los demás) son, de hecho, una guía a la evolución espiritual personal.

Los efectos de la terapia sobre estos pacientes que sufren enfermedades graves como el cáncer o la fibromialgia y que, desde hace años, acuden regularmente a las sesiones organizadas en los hospitales públicos hablan alto y claro: un estado de mayor serenidad mental, un importante descenso de la ansiedad provocada por la enfermedad y hasta la mitigación de los dolores físicos asociados a estas patologías.

Mientras hasta la OMS (la Organización Mundial de la Salud) está reconociendo la importancia  de las terapias complementarias y apuesta abiertamente por incorporarlas a los sistemas públicos de salud ( http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/95008/1/9789243506098_spa.pdf?ua=1 ) , en España se va, no se sabe el porqué, contracorriente.

He intentado entender las razones escondidas detrás de las decisiones de la Comunidad de Madrid y he llegado a la conclusión de que en principio no tendrían que ser económicas porque el servicio de Reiki está organizado por Asociaciones de voluntarios que ponen a disposición su tiempo de forma totalmente gratuita.

Podrían ser razones políticas porque la Comunidad de Madrid está actualmente gobernada por un partido muy cercano a la iglesia católica y, en la misma temporada en la que salía la noticia de la prohibición del Reiki en los hospitales públicos de Madrid, los obispos del País Vasco y Navarra afirmaban en una carta conjunta que “La proliferación de nuevas formas de espiritualidad como el Reiki, el chamanismo, el tarot, la videncia o similares, entre las que se incluyen variedades de yoga o meditación oriental, son incompatibles con la auténtica espiritualidad cristiana”. No quiero ni detenerme sobre el hecho que el Reiki, el Yoga y la meditación oriental hayan sido mezclados con videncia y tarot, porque esta afirmación esperpéntica del clero Vasco no es nada más que la prueba de una total ignorancia sobre la natura de estas disciplinas.

Como siempre pasa cuando se crea una situación de fricción, la responsabilidad nunca está en un solo lado. Un compañero del grupo de voluntariado me comentaba el otro día que a lo mejor ha llegado el momento para los reikistas de hacerse un análisis de consciencia. Algunos representantes de esta disciplina han intentado, de hecho, dar explicaciones complejas sobre bases científicas como mínimo incoherentes sobre el cómo y el porqué el Reiki funciona.

No obstante el hecho que los beneficios del Reiki son claros y tangibles para muchos pacientes que lo reciben regularmente y hasta para algunos médicos que lo aconsejan y lo practican, por el momento no existe ninguna prueba científica que demuestre su efectividad. Por lo tanto sería oportuno que los vendedores de humo, que existen en cualquier disciplina, pararan de llamar sobre el Reiki la oposición de las categorías más escépticas, vendiendo esta disciplina como una terapia alternativa (donde por alternativa se entiende que se puede usar en vez de), porque no lo es. Como mucho es complementaria a la medicina alopática: ayuda a combatir los efectos adversos de la quimio (náuseas, vómito, dolores musculares) y lleva el paciente a un mayor estado de consciencia que, no sólo lo ayuda a recuperarse emocionalmente de la enfermedad, sino que lo acompañará por el resto de su vida, cambiando su manera de enfrentarse a las cosas.

El punto principal de la cuestión aquí, a mi parecer, es la total ausencia de un mínimo de sentido común. En este momento, todo el mundo tendría que tomarse sus propias responsabilidades, reconocer sus errores y no perder de vista el objetivo principal, que es el mismo para la comunidad médica y para la de las terapias complementarias: el bienestar (físico y emocional) del paciente.

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