“Mira, al final hasta tendremos que darle las gracias a este bendito 2020” dice mi cliente al final de la sesión de Reiki.

No es la primera vez que oigo este comentario, sin embargo vi a muchas personas sufrir por las duras pruebas que han tenido que vivir este año. Primera entre todas la pérdida de personas queridas por el dichoso Covid. La crueldad de esta enfermedad no reside simplemente en la facilidad de transmisión y en la gravedad de los síntomas, sino principalmente en la imposibilidad de estar al lado de nuestros familiares cuando se van. No poder tener sus manos entre las nuestras mientras se apagan añade sin duda alguna dolor al dolor y hace más difícil elaborar el duelo.

No menos importantes han sido los problemas económicos consecuencia del bloqueo de la economía mundial: las empresas que han quebrado, los profesionales que tienen que vivir de sus ahorros, los que han tenido que reinventarse sobre la marcha porque simplemente su trabajo ya no existía. Son situaciones muy estresantes y, en algunos casos, desesperadas, que pueden empujar a algunos al borde de la depresión.

Las experiencias angustiosas a menudo desvelan verdades escondidas y derrumban de forma desastrosa los castillos de naipes en los que se fundaban algunas relaciones. Es así que a un posible duelo y a las dificultades económicas se añade hasta una separación: el cuadro está completo.

Sé que en esta jungla de dolor y confusión mental la única cosa que nos sale espontanea es maldecir la mala suerte y rogar que acabe este año, pero, creedme, aunque es difícil  de ver, no hay mal que por bien no venga.

Este bendito 2020 nos ha enseñado cuáles son los verdaderos valores: lo importante que es saber que nuestros familiares y amigos están bien y están vivos, cuánto odiábamos el trabajo que no lográbamos dejar porque ganábamos bien, qué poco nos mantenía unido a esa persona que, cuando el juego se hizo duro, se ha portado de la única forma que conocía: huyendo.

Fue duro, traumático, desestabilizante, nos hizo gritar de rabia y frustración, pero también fue el mejor maestro que pudiéramos tener. Por lo tanto, sí, creo que tenemos que darle las gracias a este 2020, esperando haber aprendido lo bastante de nuestros errores para permitirle al 2021 ser mucho más benévolo con nosotros.

 

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