La segunda ola de Covid-19 ha limitado otra vez nuestras actividades de forma drástica, sin embargo, en este caso, no hubo un cierre total como pasó en marzo. Ya que nuestra vida social está bajo mínimos y tenemos mucho tiempo libre, algunos de nosotros hemos sido testigo de un complejo intercambio de manjares caseros que ni la mejor empresa de catering hubiese podido organizar.

No recuerdo cómo empezó, sólo sé que durante la primera ola hacíamos pan casero y pizza y lasaña que al final nos comíamos nosotros porque no había la posibilidad de salir de casa. En esta fase de la pandemia, sin embargo, hay una cierta libertad de movimiento que nos permite visitar brevemente a nuestros familiares y amigos, siempre tomando las debidas precauciones.

Así se inició una constante peregrinación de platos caseros preparados y llevados a domicilio para suplir la falta de abrazos, besos y tiempo juntos: el caldito para la amiga con sinusitis, el pastel de arroz para el vecino convaleciente, alubias con butifarra para los suegros encerrados en casa, la lasaña de la abuela para llevar porque es imposible comer con ellos y un largo etcétera de platos preparados con mucho cariño. Hace semanas que amigos y familiares cocinan sin parar para enviar amor en formato gastronómico desde una casa a la otra y es absolutamente conmovedor ser testigo de este “mercado negro” de la felicidad.

A lo mejor nos sentimos enjaulados, echamos en falta nuestra vida pasada, la posibilidad de viajar, los eventos sociales, el cinema y el teatro. Los problemas económicos nos ahogan y nada parece fácil, empezando por las decisiones que se toman para intentar controlar el virus.

Sin embargo, nuestra capacidad de adaptación nos ha permitido encontrar una nueva manera de comunicar y disfrutar de las pequeñas cosas que todavía podemos hacer. Aprendimos a trasmitir nuestro cariño substituyendo los besos, abrazos y los apretones de mano con algo más práctico y, al mismo tiempo, poético.

Esta nueva costumbre podría ayudarnos a vivir la Navidad más atípica de las últimas décadas. No podremos compartir comidas multitudinarias con parientes y amigos, pero nada nos impide estar al lado de nuestra gente haciendo que se sientan un poco menos solos gracias a un simple gesto, intercambiando todo el amor que puede contener una tarta de manzana.

Feliz Navidad a todos.

 

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Imagen de portada de Barbara Bindi

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